Historia de Chile

1. LA ÉPOCA PRECOLOMBINA

Se calcula que el doblamiento de Chile comenzó hace unos 12,000 años antes de nuestra era. Esa fecha es la del sitio arqueológico de Monte Verde, ubicado cerca de Valdivia, que fue descubierto recientemente (1978), y que es el más antiguo del país. Otros sitios famosos son los de San Pedro de Atacama, en el norte, y el de Tagua-Tagua, en el centro, de 10,000 y 9,000 años de antigüedad respectivamente.

Antes de la llegada de los españoles, se calcula que vivían en Chile alrededor de un millón de indígenas. Esta población estaba compuesta por diversas etnias, que no habían alcanzado un gran desarrollo social. Las del norte, centro y sur se encontraban en el nivel calificado de tribus por los antropólogos: vivían en grupos de algunos centenares de personas, practicaban la agricultura y sabían trabajar la cerámica, pero carecían de unidad política y no conocieron la vida urbana ni la escritura. Las del extremo sur se encontraban en un nivel aún menos evolucionado, el de la banda, vivían en grupos muy pequeños, de 20 o 30 personas, se alimentaban exclusivamente de la caza, pesca y recolección, y llevaban una vida nómade.

La región del norte desértico

En esta región vivieron primero bandas que vivían de los recursos del mar, pero que se internaban al interior a cazar llamas en la cordillera. Se ignora el nombre de las primeras etnias, pero una de ellas, que vivió en un sector llamado Chinchorro, cerca de la ciudad de Arica actual, dejó huellas de su paso, con momias que son las más antiguas del mundo, pues se hicieron antes que las del Egipto de los faraones, hacia 5,000 AC.
Hacia 500 AC aparecieron las primeras tribus, que han dejado muestras de una primera vida sedentaria, con construcciones arquitectónicas llamadas pucaras, y que trabajaban la cerámica. Cultivaban los porotos, la papa y el maíz. Algunas de ellas estuvieron influidas por la cultura de Tiahuanaco, de Bolivia actual. Poco antes de la llegada de los españoles, fueron dominados por los incas del Perú. Los españoles llamaron atacameños a los indios que conocieron en esa zona, pero se ignora su nombre propio
La región central

Entre Santiago y Concepción actuales, aparecieron tribus desde el siglo XI DC. En toda esa área vivieron diversas sociedades que estaban emparentadas culturalmente, hablando lenguas semejantes: los picunches en el área de Santiago, los mapuche en la región del río Bío-Bío, los huilliches un poco más al sur, donde está Valdivia actual. Todos ellos practicaban la agricultura (porotos, maíz, papas, ají, quínoa...) además de la recolección de frutos y la caza del guanaco en la cordillera. Los picunches sabían construir canales de regadío, y vivían en caseríos de unas 300 personas, cuyos habitantes cultivaban la tierra en común. Dominados por los incas, convivieron con indígenas peruanos desplazados hacia Chile, los mitimaes.
Los mapuche, la etnia más conocida de todas por las abundantes descripciones dejadas por los españoles, que los llamaron araucanos, vivían en una región caracterizada por la abundancia de agua (por las lluvias, que alcanzaban a los 1,000 Mm. anuales), y bosques. No fueron dominados por los incas. Vivían de la agricultura, la recolección y la caza; probablemente aprendieron a cultivar la tierra sólo hacia 1200 DC. Eran una etnia numeroso, con una población de tal vez 300 000 personas, que vivían en múltiples pequeñas unidades de 100 a 200 personas, en casas llamadas rucas, donde habitaban varias familias. El lonko era la autoridad del grupo familiar y poseía un cierto prestigio, pero no constituía una clase social superior, pues no había propiedad privada. Entre sus funciones estaba la de organizar los mingako o tareas colectivas, y a dirimir conflictos. Había autoridades transitorias en tiempos de guerra, los toquis, pero pasado el conflicto perdían su ascendiente. Entre sus diversiones figuraba el juego de la chueca, semejante al hockey sobre el pasto. Una parte de los mapuche vivía al otro lado de la cordillera, en Argentina.
La región fría y lluviosa del sur y extremo sur

Un poco más al sur de la región mapuche vivían los pehuenche, puelche y tehuelches, habitantes de la precordillera y de la cordillera, que vivían en bandas, de la caza del guanaco y de la recolección. No conocieron ni la cerámica ni la agricultura, pese a estar cerca del mapuche.

En el extremo sur, las etnias principales eran los alacalufes y yaganes, que eran nómades marítimos, desplazándose entre las numerosas islas de Aysén y Magallanes de hoy, viviendo sobre todo de la pesca y la caza de animales marinos. En Tierra del Fuego vivían los onas o selknam, que cazaban el guanaco. Hoy en día todas esas etnias están prácticamente extinguidas, no por obra de los españoles, sino por los blancos en el siglo XIX y XX.

LA ÉPOCA COLONIAL

La implantación española: la Conquista

Los españoles entraron en contacto con los indígenas que habitaban lo que se llamaría Chile en 1536, con la expedición venida desde el Perú, dirigida por Diego de Almagro, quien había tenido una participación destacada en la conquista del imperio inca. Este episodio es conocido como el “Descubrimiento”, aunque algunos afirman que eso corresponde a Magallanes, el navegante portugués al servicio de España, quien “descubrió” el extremo sur de Chile, en 1520, cuando sus naves dieron la vuelta al mundo. Pero el paso de Almagro por Chile no tuvo mayores consecuencias, ya que los españoles se limitaron a recorrer el norte y el centro del país, sin fundar ciudades, y regresaron al Perú, decepcionados al no encontrar oro, que era el objetivo del viaje.

Pocos años después, en 1541, vino a Chile una segunda expedición, también desde Perú, dirigida por Pedro de Valdivia, uno de los capitanes de Francisco Pizarro, el conquistador de los incas. Esta vez, las cosas fueron distintas. Valdivia quería asentarse en el territorio chileno y gobernarlo. Para ello, fundó varias ciudades: Santiago, que sería la capital, en febrero de 1541, seguida de La Serena, en 1544, Concepción, en 1550, y Valdivia, en honor de sí mismo, en 1552, y Osorno en 1553, además de otras de menor importancia. Valparaíso, el principal puerto del país, no tiene fecha oficial de fundación, pero comenzó a existir desde la llegada de Almagro, en 1536.

La expedición de Valdivia provocó también la primera resistencia indígena. Aunque los españoles lograron sobrevivir a los ataques de los nativos en la región de Santiago, no ocurrió lo mismo en el sur, donde los mapuches presentaron una oposición mucho mayor. En 1553, los indígenas de esta etnia derrotaron a los españoles en una batalla, capturaron a Valdivia y lo ejecutaron. Era la primera vez que un jefe de la conquista española en América sufría esa suerte. Los mapuches siguieron resistiendo enérgicamente, y en 1598 vencieron a los españoles en la batalla de Curalaba, en la cual el gobernador Martín García Oñez de Loyola, tal como Valdivia, fue capturado y muerto. Esa victoria (llamada “desastre” por muchos historiadores chilenos, que conciente o inconscientemente tomaron así partido en favor de los españoles) llevó además a la destrucción de las ciudades españolas del sur, como Valdivia y Osorno.

Desde entonces, Chile quedó dividido en tres partes: desde el norte hasta el río Bío-Bío, en el centro-sur, dominaban los españoles; desde el Bío-Bío hasta lo que es hoy Puerto Montt, el territorio era controlado por los indígenas; más al sur, España retomaba el control, en la isla de Chiloé. Esta situación persistió durante toda la época colonial, y continuó durante varias décadas después de la independencia.
La “Patria vieja”

Los historiadores han denominado así el período que va de 1810 a 1814, que fue el inicio del movimiento de emancipación. El hecho que desencadenó el proceso fue la invasión de España por Napoleón y el arresto del rey Fernando VII, lo que creó un vacío de poder, ya que las autoridades coloniales habían sido nombradas por el monarca ahora sin trono. En la mayoría de las colonias se formaron entonces Juntas de gobierno, que debían gobernar los reinos americanos mientras durase la ausencia del rey.

En Chile, la Junta se formó el 18 de septiembre de 1810. Su origen fue elitista, ya que sólo participaron en ella los “vecinos” más destacados del reino, la mayoría de Santiago. En principio, todos sus miembros, encabezados por Mateo de Toro y Zambrano, conde de la Conquista, juraron lealtad al soberano preso; pero varios de sus miembros, sin declararlo abiertamente, buscaban la independencia y comenzaron a tomar medidas que significaban cambios importantes, imposibles de realizar bajo el régimen colonial, como el decreto de libertad de comercio y la convocatoria a la elección de un primer Congreso nacional, en abril de 1811. El proceso se radicalizó con el golpe de estado del 4 de septiembre de ese año, dirigido por José Miguel Carrera, joven militar, miembro de una conocida familia de Santiago. Se nombró una segunda junta, dominada por personas favorables a la independencia, como José Martínez de Rozas. El 15 de noviembre de 1811 Carrera dio un segundo golpe, poniéndose a la cabeza del gobierno. Las medidas revolucionarias continuaron: abolición parcial de la esclavitud, con la “libertad de vientre” (libertad para los hijos de esclavos), promulgación de una primera Constitución, en 1812, que sin declarar la independencia estipulaba que no se respetaría ninguna ley ni decreto venida del exterior, creación de una bandera nacional y del primer diario chileno, “La Aurora de Chile”, dirigida por el cura Camilo Henríquez. Además, se recibió al cónsul de Estados Unidos, Joel Poinsett, primer contacto con otro país, aunque esto no implicó un reconocimiento diplomático.

Desde 1813, los partidarios de la independencia debieron enfrentar el ataque de los realistas, lanzado por el virrey del Perú, que mantenía su poder, sin aceptar la existencia de una Junta. Una expedición desembarcó en el sur de Chile en 1813, dando comienzo a las batallas por la independencia. Los patriotas enfrentaron divididos esta situación, ya que había sectores que no seguían el liderazgo de Carrera, y preferían la dirección de Bernardo O’Higgins. Esto llevó incluso a una corta guerra civil entre ambos jefes, en un combate disputado en agosto de 1814. Aunque después de este episodio ambos jefes hicieron las paces, el ejército patriota, dividido, perdió la batalla de Rancagua, el 1 de octubre de 1814; fue el fin de esta etapa, ya que los realistas recuperaron el poder, y los patriotas salieron masivamente fuera de Chile, a Mendoza.

La reconquista española

Esta etapa duró desde octubre de 1814 a febrero de 1817. Durante ella, los partidarios del rey volvieron a dominar el país; hubo una fuerte represión contra los que habían apoyado a los patriotas, con arrestos de muchas personas, algunas de las cuales fueron desterradas a la isla Juan Fernández. Se incautaron los bienes de los sospechosos y se vendieron en remate. Esta etapa coincidió además con el regreso de Fernando VII al trono, luego de la derrota de los franceses en Waterloo. Hubo una reconquista semejante en Colombia y Venezuela.

Mientras eso ocurría en Chile, los exiliados chilenos en Mendoza encontraron apoyo en el general José de San Martín, gobernador de esa provincia, quien planeaba organizar un ejército para liberar Chile. O'Higgins se hizo amigo de él, no así Carrera, quien se enemistó con San Martín y decidió partir a Estados Unidos a comprar armas y formar otra expedición.

Durante la preparación del ejército en Mendoza, Manuel Rodríguez, joven abogado, entró clandestinamente a Chile y organizó guerrillas antiespañolas en el campo, logrando el apoyo de fuerzas campesinas de la región central. Esto significó un movimiento nuevo e importante, ya que hasta entonces la independencia había sido un proceso que interesaba únicamente a la elite del país. La población había observado sin sentirse involucrada, peleando tanto por uno como por otro bando; la mayor parte de las fuerzas realistas eran chilenos del sur, reclutados por los oficiales españoles. Los indios del sur, el mapuche, tampoco habían apoyado la causa de la independencia.

La “Patria Nueva”

Esta tercera y última etapa se dio entre febrero de 1817 y abril de 1818. La primera fecha es la de la batalla de Chacabuco, a unos 100 kms. al norte de Santiago, ganada por el ejército organizado por San Martín, que acababa de atravesar la cordillera para entrar a Chile. Después de esta batalla, O’Higgins fue nombrado jefe del primer gobierno chileno,. con el título de Director Supremo, y la independencia fue proclamada en el aniversario de esa batalla, en febrero de 1818. El 5 de abril de ese mismo año, los patriotas ganaron la batalla de Maipú, al sur de Santiago, que constituyó la victoria definitiva contra los realistas. Pero estos hechos no lograron la unidad de los patriotas. Manuel Rodríguez fue arrestado y asesinado en mayo de 1818, por orden del gobierno, el cual temió que Rodríguez se transformara en un conspirador, favorable a la causa de Carrera, quien seguía en Argentina. Este hecho anunciaba las divisiones internas y la inestabilidad que caracterizaría los primeros años de vida independiente.
De 1817 a 1831: intentos de definición institucional

En 1817 comenzó el primer gobierno nacional, dirigido por Bernardo O’higgins, que se mantuvo en el poder hasta 1823. Su principal preocupación fue la de consolidar la independencia, que aún no estaba asegurada. Ello ocurrió con la victoria en la batalla de Maipú (abril de 1818). Hubo sin embargo núcleos de resistencia española, en Concepción (con la guerrilla de Benavides) en Valdivia y en Chiloé, lo que prolongó las campañas militares por algunos años más. Además, Chile contribuyó en forma importante a la escuadra que iría en 1820 a liberar el Perú, último bastión realista en América del sur.

El gobierno de O’Higgins intentó reformar la sociedad, aboliendo los títulos de nobleza (que eran muy escasos), prohibiendo las peleas de gallos y ordenando la construcción de un cementerio en Santiago para terminar con la costumbre de enterrar los muertos en las iglesias. Estas medidas le granjearon la oposición de los grupos más conservadores. A esto se añadía el descontento general por las contribuciones forzosas para financiar la guerra, las críticas de los partidarios de Carrera, que denunciaban el fusilamiento de dos de los hermanos y el asesinato de Manuel Rodríguez y las aspiraciones de las provincias a obtener más poder. Todos estos factores explican la caída de O’Higgins, que abdicó el poder en 1823 y se fue de Chile al Perú, de donde no volvería nunca más.

Entre 1823 y 1830 hubo una sucesión de gobiernos (ocho en total) lo que ha hecho que muchos historiadores designen este período como el de la “anarquía”. Esa inestabilidad reflejaba los conflictos por el poder, entre Santiago y las provincias, entre los partidarios de un régimen centralizado y los que deseaban un sistema federal. También influía la mala situación económica, a causa de la baja de la producción agrícola, y por el endeudamiento externo del país, que contrató su primer préstamo en el exterior con Inglaterra, en malas condiciones. Se fueron definiendo dos bandos, que fueron los futuros partidos conservador y liberal; el primero defendía el gobierno centralizado y el poder de la iglesia católica; los segundos, el federalismo y una disminución de la influencia de la Iglesia.

En medio de esta disputa política, hubo algunas medidas sociales importantes, como la abolición definitiva de la esclavitud, en julio de 1823. Los pipiolos, nombre dado a los liberales de esos años, intentaron, sin éxito, abolir el mayorazgo e incluso hablaron de hacer una reforma agraria. Pero los pelucones o conservadores fueron los vencedores en este conflicto, que culminó con la guerra civil de 1829 a 1830, que terminó con la batalla de Lircay, donde el general Prieto venció a las fuerzas dirigidas por Freire. Prieto fue elegido presidente; con él comenzaba la era conservadora y oligárquica.

El estado como agente económico y la política de los “compromisos”
Desde comienzos de la década de 1960, el país estaba en una fase progresiva de radicalización de las opciones políticas. Tanto la Democracia cristiana como la alianza de la izquierda (socialistas y comunistas), postulaban (en distinto grado) a cambiar la sociedad. En 1964 triunfó el candidato de la DC, Eduardo Frei, recibiendo los votos de la derecha, que preferían su victoria como mal menor, ante la posibilidad de un triunfo de la izquierda. Durante su gobierno, que había prometido una “Revolución en libertad”, se realizó la reforma agraria y el cobre fue parcialmente nacionalizado, al comprar el estado chileno el 51% de las acciones de las compañías estadounidenses. Al mismo tiempo, Frei trató de atraer a inversionistas extranjeros, y recibió el apoyo de la Alianza para el progreso, el programa de ayuda económica ofrecido por Estados Unidos a Latinoamérica. En el plano social, su gobierno estimuló la formación de sindicatos, especialmente en el sector agrario, y dio lugar a un importante red de organismos para las mujeres, los Centros de madres. Todo esto no bastó para congraciarlo con los que, a la derecha, no le perdonaban haber atentado contra el derecho de propiedad, al hacer la reforma agraria, y pareció poco a aquellos que, en la izquierda, deseaban ir más lejos. Bajo su gobierno hubo además varias acciones represivas del ejército y de los carabineros, lo que tuvo como resultados la muerte de cerca de cuarenta personas muertas en diversas acciones. La efervescencia política se hizo sentir también en las aulas universitarias, donde en 1967 se impuso un movimiento reformista, que dio a los estudiantes el derecho a votar para la elección de rector. Inspirado por la revolución cubana, nació en 1965 el MIR (Movimiento de la izquierda revolucionaria), que llevó a cabo algunas acciones armadas, aunque no llegó a transformarse en guerrilla. El resultado de todo este proceso fue la victoria de Salvador Allende, el cual, a la cabeza de una alianza de diversos partidos de izquierda (socialista, comunista, radical, disidentes de la DC) ganó la elección presidencial de 1970.

Los años de la Unidad Popular
Los tres años de la Unidad Popular (1970-1973) constituyeron tal vez la experiencia política más compleja de la historia latinoamericana. Sus comienzos fueron difíciles, ya que antes de que Frei transmitiera el poder a Allende, un grupo paramilitar de derecha, con el apoyo de algunos militares, como el general Roberto Viaux, intentó impedir ese proceso, raptando al general en jefe del ejército, René Schneider, con el fin de provocar una crisis política. El plan, pese a contar con el apoyo de la CIA, que proporcionó armas y dinero a los conspiradores, fracasó, ya que Schneider murió cuando intentaban raptarlo. El 4 de noviembre de 1970, fecha prevista por la Constitución, Allende inició su gobierno, pero la conspiración para derrocarlo continuó.
Sin disponer de mayoría en el congreso y habiendo ganado por mayoría relativa, de sólo 36,5% de los votos, Allende se lanzó a un ambicioso plan de transformaciones económicas que buscaban iniciar el “camino hacia el socialismo”. El plan incluía, además de acelerar la reforma agraria ya iniciada anteriormente, la nacionalización de las industrias estimadas estratégicas, del cobre y de los bancos. Este proceso se hizo, salvo en el caso del cobre, sin la aprobación del poder legislativo, sino a través de los llamados “resquicios legales” que la Constitución permitía. La empresa privada seguiría existiendo, sobre todo en el campo de las medianas y pequeñas entidades y en general todas aquellas empresas estimadas no monopólicas serían respetadas.

Pese a la furiosa crítica de que fue objeto por parte de la oposición, la libertad de prensa, de expresión y la existencia de todos los diarios y radios adversos al gobierno fueron rigurosamente respetadas. De este modo, Allende cumplía su promesa de mantener las instituciones chilenas y de abrir el camino a la nueva sociedad, no a través del modelo cubano o soviético, sino siguiendo un camino propio “con empanadas y vino tinto”, como le gustaba decir. Pero conciliar la amplitud de esas medidas, que atentaban contra gran parte del poder de la clase empresarial y del capital extranjero, con un ambiente pacífico y apegado a las normas institucionales, era buscar la cuadratura del círculo. La oposición, que reunía a los partidos políticos de la derecha, reagrupados en el Partido nacional (PN) y a la DC, a la que se sumaban dirigentes sociales, como los comerciantes y algunos colegios profesionales, organizó una campaña de estabilización, que incluía huelgas (la de los camioneros, en octubre de 1972, fue muy importante) y acciones económicas, como la del mercado negro, que provocó escasez de bienes esenciales y atizó el descontento de gran parte de la población. A todo ello se sumaba el bloqueo financiero de Estados Unidos, que negaba los préstamos que habitualmente se concedían a Chile. Además, algunas medidas económicas del gobierno agravaron la situación. Empeñado en hacer justicia social y en estimular el consumo, Allende concedió alzas salariales importantes, que si bien generaron euforia en muchos sectores, también desataron una espiral inflacionaria desde 1972, que llegó a 300% en 1973.

Todo ello preparó el camino al golpe militar, estimulado por el PN y por gran parte de la DC. Entre julio y agosto de 1973 hubo un intento de diálogo entre el gobierno y la DC, bajo los auspicios del cardenal Silva Henríquez, que no fructificó. El golpe del 11 de septiembre de 1973, que había empezado a ser preparado casi desde el inicio mismo del gobierno de Allende, puso un término a la experiencia socialista chilena. El presidente Allende se suicidó el mismo día del golpe, antes de que los militares se apoderaran del palacio de la Moneda, donde el presidente se había reunido para intentar resistir, junto a un grupo de sus seguidores. Fuera de la Moneda o en provincias, la resistencia al golpe fue escasa y mal organizada. Así, dejaba de existir una institucionalidad que, con algunos altibajos, había funcionado durante más de un siglo.

La dictadura, 1973-1990

El poder se centró desde temprano en la persona del general Augusto Pinochet, quien se hizo nombrar presidente de la República por las fuerzas armadas. Hasta 1980, Pinochet gobernó sin especificar por cuánto tiempo estaría en el poder. Ese año hizo aprobar una nueva Constitución, en un plebiscito que se realizó sin posibilidades de que la oposición pudiera manifestarse abiertamente. Según esa carta, Pinochet podría gobernar ocho años más, hasta 1988; ese año se haría un nuevo plebiscito, en el que se decidiría si el dictador seguía en el poder o si debían celebrarse elecciones libres.

La esencia de la dictadura fue la represión: más de 3 000 personas murieron o desaparecieron, la mayoría durante los dos primeros años del régimen, y cientos de miles partieron al exilio. En Santiago y en provincias hubo diversos centros de detención y de tortura. Inmediatamente después del golpe, una treintena de ministros y otros funcionarios importantes de la UP fueron llevados a la isla Dawson, en el extremo sur del país, donde vivieron varios meses, sometidos a maltratos, sin que se especificaran cargos en su contra. Después, varios fueron enviados al exilio. Sin embargo, allí tampoco estuvieron a salvo, ya que algunos de ellos fueron asesinados, como Orlando Letelier, ex ministro de la UP (muerto en Washington en 1976) y el general Carlos Prats, uno de los pocos militares que había colaborado con Allende (en Buenos Aires, en 1974).

Los partidos políticos fueron prohibidos (los de la izquierda) o declarados en receso (los de la derecha y la DC); el parlamento se cerró. Los jueces, en teoría, seguían constituyendo un poder autónomo, pero en la práctica, se limitaban a corroborar lo que el gobierno decidía, sin cuestionar los abusos contra los derechos humanos. Los sindicatos no fueron prohibidos, pero llevaron una existencia muy limitada.

Aunque la mayoría de los cargos principales en el gobierno atuvieron en manos de los militares (incluso hubo rectores de universidad que eran almirantes o generales), el poder se ejerció con la colaboración de muchos políticos de la derecha, que sirvieron como ministros o embajadores. Pero hubo también muchos elementos civiles nuevos, sin partido, que ocuparon cargos de importancia, en la economía o en otros cargos ministeriales. Los empresarios no disimularon su apoyo a la dictadura. Por ello, el gobierno de Pinochet no fue únicamente un poder militar, sino apoyado por un sector importante de la sociedad civil, especialmente el de los propietarios.

Por ello, en política económica, la dictadura tendió a privatizar las empresas que habían pertenecido al Estado, y abrió también muchos servicios a la empresa privada, como la salud, los seguros y la educación; en este último campo surgieron muchas universidades privadas. Se terminó con la política de fijación de precios de los artículos de consumo básico, dejándolos fluctuar libremente. Las tierras que habían sido expropiadas durante la reforma agraria no siempre fueron devueltas a sus antiguos propietarios, sino que fueron en parte rematadas, creándose un núcleo de nuevos empresarios agrícolas. Además, buscó el equilibrio fiscal, disminuyendo el gasto público. Se abrió la puerta a la inversión extranjera, aunque ella no llegó en grandes proporciones. Chile se retiró del Pacto andino, para tener mayor libertad de acción, y rebajó las tarifas aduaneras para practicar una política más liberal en su comercio exterior. Todas estas medidas eran un cambio importante en relación a los últimos 40 años, durante los cuales el Estado había jugado un papel tan importante como la empresa privada.
Hasta 1981, la dictadura casi no tuvo opositores, y pareció tener éxito con su política económica. Pero en 1982 estalló una severa crisis, que persistió hasta 1985, y que llevó la tasa de cesantía a más del 20%. Esa situación dio ánimo a los opositores, que organizaron manifestaciones masivas contra la dictadura, que se hacían todos los meses, de marzo a noviembre. Pinochet hizo algunas concesiones, permitiendo el regreso de varios exiliados y la aparición de algunas revistas de oposición. Comenzó el largo y difícil camino hacia la “transición hacia la democracia”. Este proceso fue apoyado por la mayor parte de la iglesia católica, cuyo principal dirigente, el cardenal Raúl Silva Henríquez, criticó abiertamente los excesos del régimen. Desde los años 1980, hubo también presiones de Estados Unidos en favor de un cambio de gobierno, ya que Washington cambió su política hacia las dictaduras.

La transición chilena fue compleja y costosa en vidas humanas. Durante los cinco años de protestas (de 1982 a 1986) los opositores debieron enfrentar una represión que provocó un centenar de muertos y muchos heridos. Entre 1985 y 1986 se pensó que la dictadura podía caer, y uno de los partidos opositores, el PC, organizó un grupo armado que intentó matar a Pinochet. Tras el fracaso del atentado, el grueso de la oposición, dirigida por demócrata cristiano, socialista y radical, se concentró en una salida a través de medios institucionales, lo que se obtuvo a través del plebiscito de octubre de 1988. Esta consulta fue una derrota para Pinochet, quien perdió el derecho de continuar en el poder y abrió el camino a las elecciones de diciembre de 1989, donde el demócrata cristiano Patricio Aylwin fue elegido presidente. Pero los militares se retiraron habiendo impuesto una serie de leyes que jugarían en su favor e impedirían un cabal regreso a la democracia.

De 1990 hasta 2010 de marzo

En marzo de 1990 el general Pinochet, de acuerdo a los resultados de la elección realizada tres meses antes, entregó el mando supremo del país a Patricio Aylwin, el candidato vencedor, que representaba a la Concertación, la coalición de partidos que se había opuesto a la dictadura militar en sus últimos años. Esa alianza estaba compuesta por el PS y la DC, los antiguos rivales durante la UP, y también por un nuevo partido, el PPD (Partido por la democracia), los radicales y los socialdemócratas, que últimamente se han fusionado. El PC, el antiguo aliado de los socialistas, quedó aislado y obtiene bajos porcentajes en las elecciones, sin lograr elegir parlamentarios, en parte a causa del sistema binominal. Esta alianza ha tenido éxito, al ganar todas las elecciones, tanto presidenciales como parlamentarias, desde 1989 hasta hoy.
Después del gobierno de Aylwin (de 1990 a 1994), el poder pasó a manos del democratacristiano Eduardo Frei (hijo del anterior), quien gobernó desde 1994 a 2000, al socialista Ricardo Lagos, quien gobernó entre 2000 y 2006, y últimamente, a la socialista Michelle Bachelet, primera mujer en ejercer ese cargo en Chile. Tal como Lagos, su triunfo se logró tras pasar a la segunda ronda, en enero de 2006, derrotando a Sebastián Piñera, el candidato de la derecha, ya que en la primera no había alcanzado la mayoría absoluta. Su mandato será más corto que el de sus antecesores, ya que una reforma constitucional fijó en cuatro años la duración del gobierno. La próxima elección se realizará en diciembre de 2009. Los partidos que apoyan a la presidenta tiene también mayoría simple en ambas cámaras.

La “Concertación” ha tenido éxitos en el plano económico, ya que durante la década de 1990 el PNB del país creció a un promedio de 6% anual, el mejor resultado de un país latinoamericano, y uno de los más sobresalientes del mundo. La estrategia ha sido muy semejante a la heredada de la dictadura, ya que las exportaciones siguen siendo el motor de la economía. Chile ha pasado a participar en varios mercados regionales: es miembro asociado del MERCOSUR, participa en las reuniones de la APEC (Asociación de Asia-Pacífico), apoyó con entusiasmo el proyecto de ALCA (integración de las Américas) y ha firmado tratados de libre cambio con Canadá, con la Unión europea, con Estados Unidos y con China. La empresa privada, tanto nacional como extranjera, continúan dirigiendo las principales actividades. Su esfera se ha ampliado, ya que la Concertación ha seguido privatizando servicios, como el agua potable y la construcción de carreteras. Han llegado muchos capitales extranjeros, de EE.UU., Canadá y España, sobre todo a las minas y a los servicios. La cesantía alcanzó un nadir de 5,5%, en 1997. Esta prosperidad ha hecho aumentar el ingreso anual de los chilenos, que pasó de 2,000 dólares p.c. a 5,000 ( o a más de 9,000 si se calcula en términos de poder de compra). Entre2001 y 2003 el crecimiento disminuyó un tanto, bajando a 3,5 y 4%, para repuntar ligeramente en 2005 y 2006. La cesantía llegó a alcanzar cerca del 10% entre 2001-2003 pero en 2006 ha bajado al 7,5%. Por encima de todo, se mantienen grandes desigualdades en la distribución del ingreso y hay unanimidad en todos los partidos para criticar el bajo nivel de la educación pública, una de las principales causas del mantenimiento de las desigualdades. Durante abril y mayo de 2006 hubo grandes manifestaciones de escolares exigiendo una reforma de la educación, lo que está actualmente en estudio.

El nuevo régimen ha significado también el restablecimiento de las libertades fundamentales (prensa, reunión, etc.). La democratización ha hecho progresos, aunque no toda la herencia de la dictadura ha sido cambiada. En 2004 se reformó la Constitución de 1980, aboliéndose varias de las disposiciones impuestas por Pinochet antes de entregar el mando a los civiles: la existencia de senadores designados (cuatro de ellos eran militares) y los vitalicios (Pinochet era uno de ellos). El presidente recuperó la capacidad de destituir a los jefes de las fuerzas armadas. En cambio, no se ha modificado el sistema electoral binominal, que sigue siendo muy poco representativo. Ha habido ciertos avances en materia de derechos humanos. En 1991 se dio a conocer el informe Rettig, que identificaba a las víctimas de la dictadura, pero no a los responsables de los crímenes, y la ley de auto amnistía, de 1978, sigue en vigencia. En 2000, Pinochet perdió su fuero o inmunidad parlamentaria, debiendo enfrentar un juicio por su responsabilidad en varias de las matanzas cometidas bajo su gobierno, pero el juicio quedó detenido por razones de salud. Además, ese proceso comenzó gracias al arresto del antiguo dictador en 1998 en Londres, por la iniciativa del juez español Baltazar Garzón. Al mismo tiempo, gracias a ese nuevo contexto, se enjuiciaron y condenaron a algunos oficiales culpables de otros crímenes (cometidos después de 1978), y en 2001 los militares se vieron obligados a reconocer que muchas personas habían sido muertas y desaparecidas, a veces lanzadas al mar, aunque sin identificar a los responsables de esos crímenes. Sin embargo, Pinochet murió en diciembre de 2006 sin haber sido enjuiciado. En cambio, en 2004 se dio a conocer el Informe nacional sobre la tortura, que estableció claramente que esa práctica no había sido obra de algunos individuos aislados, sino que había sido hecha en forma sistemática por los militares, lo que tuvo un fuerte impacto en la opinión pública. Se dio además una compensación material a las víctimas de la tortura.

Si estos progresos fueron lentos, esto se debe en parte a que los antiguos partidarios de la dictadura mantienen un peso político importante, ya que los partidos de la derecha, que han adoptado nuevos nombres (Renovación nacional y Unión Democrática independiente) mantienen una votación elevada y constituyen una oposición numerosa en el congreso, impidiendo la aprobación de leyes que reformarían la Constitución, que requieren más que una mayoría simple. Sin embargo, la Concertación ha insistido poco en esas reformas, prefiriendo dedicarse a estimular el crecimiento económico y destacando la necesidad de alcanzar la reconciliación nacional, para borrar la herencia de la dictadura.
En el plano social, el país ha cambiado. Los resultados del censo de población de 2002 indican que el crecimiento demográfico se ha frenado considerablemente, y que Chile está hoy entre los países de más baja natalidad de América latina, junto a Cuba y Uruguay. La población supera ligeramente los 15 millones de habitantes, y es urbana en casi 90%. Se calcula que cerca de un millón de chilenos viven fuera del país (de ellos, 30 000 residen en Canadá); a aquellos que salieron bajo la dictadura, y que han regresado sólo en parte, se han añadido otros, que siguen saliendo por razones de trabajo. Los católicos siguen siendo mayoría entre los creyentes, pero en menor porcentaje, ya que el número de adherentes a las iglesias evangélicas ha aumentado bastante. La relativa prosperidad chilena atrae a gente de países vecinos: hay alrededor de 50 000 peruanos viviendo en Chile, muchos de ellos ilegalmente, y también varios miles de profesionales ecuatorianos, argentinos y cubanos. Pese a la gran apertura internacional que el país ha vivido, las mentalidades siguen siendo más bien conservadoras: Chile fue el último país occidental en aprobar una ley de divorcio, en el año 2005, y los planes del gobierno de distribuir gratuitamente medicamentos que impiden el embarazo ("píldora del día después") ha encontrado fuerte resistencia de parte de grupos de católicos, aunque la mayoría de la opinión pública está de acuerdo con el programa.

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